Una estrategia no es una presentación Power Point
Por Adrián Rojas
He visto esta imagen muchas veces. Ejecutivos sentados en una mesa de negocios, luces tenues, una pantalla grande al fondo proyectando gráficos, palabras bonitas, y flechas que apuntan al cielo como si todo fuera para arriba. El ambiente parece perfecto. Pero dentro de ti... algo no cuadra.
Te preguntas: "¿Esto es en serio? ¿De verdad esto es una estrategia o solo estamos viendo un desfile de palabras que suenan bien?"
Si alguna vez te sentiste así, quédate conmigo. Este artículo no te va a enseñar una fórmula mágica, pero sí puede regalarte algo mucho mejor: claridad.
Porque en el fondo, una buena estrategia no empieza con herramientas ni con plantillas de PowerPoint. Empieza con algo mucho más humano:
Paso 1: Ver la realidad con ojos nuevos
La mayoría de las veces, cuando un equipo o una persona fracasa, no es por falta de esfuerzo. No es por falta de talento. Es por falta de claridad.
Y tener claridad significa tener el valor de hacerte preguntas incómodas:
- ¿Qué está realmente bloqueando nuestro avance?
- ¿Qué parte de nuestra historia no queremos ver?
- ¿Qué obstáculo estamos maquillando con discursos motivacionales?
Ver la realidad con honestidad es el primer paso hacia una buena estrategia. Y eso requiere valor.
Por ejemplo:
- "Nuestro producto es bueno, pero la gente no lo conoce."
- "Tenemos ideas, pero no sabemos ejecutarlas."
- "Estamos en un mercado donde todos hacen lo mismo."
- “Vendo un producto, pero consumo el de la competencia”.
Eso no es pesimismo. Eso es tener los ojos abiertos.
En este paso, mi consejo es que te juntes con tu equipo, o si estás solo, siéntate contigo mismo. Y lanza esta pregunta al centro: ¿Qué es lo más difícil que enfrentamos ahora mismo? Escríbelo. Míralo. Si te incomoda, probablemente es un buen punto de partida.
Paso 2: Elegir una dirección con sentido
Una vez que tienes claro qué está pasando, lo siguiente no es correr a buscar soluciones. Es algo más sutil: decidir hacia dónde vas a caminar.
Aquí es donde muchas personas se pierden. Porque decidir una dirección implica algo incómodo, me refiero a renunciar a todo lo demás.
No puedes ir a todas partes al mismo tiempo. Si dices sí a todo, en realidad no estás diciendo sí a nada.
Elegir una dirección es como levantar una linterna en medio de la oscuridad. De pronto, el camino se vuelve más claro, pero también más estrecho. Y eso está bien.
Por ejemplo:
- "Este mes, todo lo que hagamos debe hacer más fácil la experiencia del cliente. Si no la simplifica, no se hace."
- "Nuestra meta es sobrevivir este trimestre, así que nos vamos a enfocar solo en lo que da resultados ahora."
Esas son decisiones. No suenan glamurosas, pero son reales.
Mi consejo en este punto es que antes de tomar una decisión o lanzar un nuevo proyecto, te hagas esta pregunta: ¿Esto nos acerca o nos distrae de la dirección que elegimos? Si no tienes una dirección clara... entonces es hora de volver al paso anterior.
Paso 3: Hacer lo que dices que debes hacer
Una estrategia no se mide por lo que dices. Se mide por lo que haces y actuar con coherencia implica el desafío del cumplimiento.
Observa este ejemplo:
- Dirección: "Queremos fidelizar a nuestros clientes."
- Acción coherente: "Cancelamos el lanzamiento de nuevos productos para enfocarnos en mejorar la experiencia postventa."
Eso es elegir. Eso es tener coherencia.
La mayoría de los equipos fallan aquí. Dicen que van a enfocarse, pero luego quieren seguir haciendo de todo un poco. Y así... se diluyen.
Mi consejo en este paso es que hagas una lista de lo que estás haciendo hoy. Marca en verde lo que te acerca a tu objetivo. En rojo, lo que te aleja. Y en gris, lo que no sabes. Los grises son los más peligrosos. Porque consumen tiempo sin darte claridad.
Piensa en este ejemplo:
Tienes cinco productos en el mercado, todos interesantes, ninguno rentable. Tienes un equipo comprometido, pero varios meses en rojo.
¿Qué podrías hacer? Lo más difícil. Observar de frente la realidad.
- Podría ser que solo uno de los cinco productos está funcionando.
- Has decidido que tu única meta es sobrevivir, enfocándote en ese único producto.
- Cancelas todo lo demás, haciendo una reestructuración de tu equipo y buscas alianzas para ganar tiempo.
¿La clave? No intentas hacer magia. Tienes una estrategia real.
Una buena estrategia no es un documento. No es un conjunto de palabras bonitas. Es un acto de coraje con inteligencia.
Coraje para ver la verdad. Coraje para decidir qué importa. Inteligencia para actuar con coherencia.
Y eso, queridos lectores, no lo van a encontrar en una presentación de 40 diapositivas. Lo harán en la manera en que deciden vivir, liderar, construir y avanzar.
Así que la próxima vez que te muestren un plan lleno de frases impactantes, sonríe con ternura. Y haz tres preguntas simples:
- ¿Qué problema estamos enfrentando de verdad?
- ¿Cuál es la decisión que nos guía?
- ¿Qué dejamos de hacer por seguir ese camino?
Si las respuestas no están claras, entonces eso no es estrategia. Es solo PowerPoint.